Yo no me fío de los hospitales, texto de humor
Yo no me fío de los hospitales.
Lo primero que te da que pensar cuando vas a un hospital es el
nombre: lees La Paz, ¿qué quieren decir?, ¿que no te van a operar a
tiros? O el Doce de Octubre, que piensas: «ésta debe ser la fecha
del último que está en lista de espera». Claro, que si estás en
Valencia, allí está el Hospital de La Fe. ¿Cómo será este hospital
si de entrada te piden fe? Vamos a ser serios. ¿Qué nombres son
éstos para un sitio donde te vas a operar?
Los hospitales deberían llamarse, por ejemplo: Hospital «No te va a
doler», u Hospital «Eso no es nada», o mejor aún: Hospital «Vete a
tu casa que todo ha sido un error». Eso sí que son nombres para un
hospital.
Y luego, en los hospitales, nadie es lo que dice ser. Yo creo que en
los hospitales sólo hay dos o tres médicos: el resto es gente
disfrazada que entra de la calle y se dedica a putear a los pobres
enfermos para pasárselo bien. Por eso las enfermeras no te
encuentran la vena. ¡Normal, si es que no son enfermeras! ¡Las
enfermeras españolas trabajan todas en Londres!
¿Y os habéis fijado en que cuando estás enfermo nadie te dice lo que
tienes? Que están ahí cuchicheando los médicos y las enfermeras y no
sueltan prenda… ¡Porque no lo saben! Lo único que te dicen es:
«Vamos a hacer unas pruebas», que dices: «¿Pruebas conmigo?, ¡de eso
nada!, ¡si usted es médico dígame ahora mismo lo que me pasa!». Es
como si vas a un restaurante, pides una mariscada y le dices al
camarero: «No sé si me la voy a comer o no, vamos a hacer unas
pruebas».
No son médicos, está claro.
Como los cocineros de los hospitales. Que tampoco son cocineros, son
japoneses. Si no, no se entiende que pongan siempre pescado crudo y
frío. Si es que en los hospitales hay de todo menos médicos, hasta
hay una puerta que pone «SALA DE CURAS». ¡Joder, es que sólo faltan
los Village People!
¿Y esa manía de hacerte pasar hambre, que lo quieren todo en ayunas?
¿Eso es propio de un médico? Te van a hacer un análisis de sangre...
¡en ayunas! Te van a operar... ¡en ayunas! Te van a meter una cosa
por el culo... ¡en ayunas! Pero ¿qué tendrá que ver el culo con un
cruasán?
Otra prueba de que no son profesionales es esa obsesión con que les
traigas el primer pis de la mañana. ¡El primer pis de la mañana!
Justo cuando más atontao estás. Que te levantas, no te acuerdas y te
pones a mear... y de repente te acuerdas: ¡el análisis! Y cortas el
chorro y a calzón bajado te pones a buscar, como un pingüino, el
botecito de las narices... y luego abre el precinto si puedes... que
como no tengas los dientes fuertes, no lo abres. Así se explica por
qué los jubilados llevan la orina en botes de Nescafé.
Y luego viene llenar el botecito. Tienes que acertar en un frasquito
superpequeño. Pero ¿cómo vas a acertar en un frasquito, si no
aciertas en la taza del váter? Y no acaba ahí la cosa. Cuando has
llenado el frasquito, ¿qué haces con el pis que te sobra? ¿Cómo
sabes que no se han quedado en ese pis datos fundamentales? A lo
mejor tienes parkinson y te sale que tienes sólo «parkin»… O sea,
que puedes aparcar cuando quieras en el hospital.
Alguien pensará: «Bueno, si sólo hay dos o tres médicos en el
hospital, estarán en urgencias». Pues tampoco. ¡Estos tíos no son
médicos, son copilotos de rallies! ¿No os habéis fijado en lo rápido
que hablan todos allí? «Enfermera, éste viene con herida de bala
ascendente en el culo, a quirófano con 20 miligramos de prozac, que
le hagan dos placas y un seguimiento del recto». Que se tienen que
quedar las enfermeras a cuadros: «¿Qué ha dicho?». «Yo le he
entendido que le pongas recto, le metas dos placas por el culo y te
tomes un prozac».
Y la prueba definitiva de que en los hospitales no hay médicos, sino
gente de la calle disfrazada, es cuando te meten en un quirófano.
¿No os parece sospechoso que vayan todos con mascarilla? Es para
ocultar su identidad. Están allí haciendo el paripé, con todos esos
cuchillos, que parece aquello una boda. Y te das la vuelta y ves una
sierra y dices: «¿Pero quién va a operarme? ¿el de Bricomanía?».
Nunca lo sabrás, porque entonces llega uno con el trapo del Pronto y
te duermes. Y entre sueños oyes «pinzas», y piensas: «¿Me van a
depilar las cejas? Si lo mío es de la pierna».
No somos nadie.
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